En 1985, durante un curso para dirigentes y posibles futuros dirigentes brasileños, en la Escuela Superior de Guerra de Brasil (equivalente al War College de los Estados Unidos), se me designó jefe de uno de los cuatro equipos de los 150 cursillistas. Bajo mi “comando” tuve, entre otros profesionales destacados, a jueces, generales, profesores y empresarios. Era responsable de coordinar los trabajos que debíamos entregar como grupo. Apenas cuatro días después de ser designada, una colega brasileña de familia muy rica, me esperó en la entrada y empezó a gritarme fuera de sí y a decirme que era completamente inconcebible que yo, una persona de otro país, fuese su “jefe de gobierno”. Tuve que echar mano a toda mi cordura para que el agravio me entrara por un oído y me saliera por el otro. Se presentó también otro episodio, el rumor de que yo era una espía de Rumania. (más…)